Ùltimos poemas de León "Oh.. este viejo y roto violín"

Publicado en por Cecilia

Delirio

Hace mucho frío aquí en la tierra.
Estaba durmiendo bajo un puente.
Es invierno.
Un invierno muy duro…

Entonces fue cuando me dije:
¿por qué no te vas al cielo,
a hablar con tus amigos los ángeles?
Y me metí por la gatera que conocéis
de la puerta trasera del cielo.
Vino un ángel a ayudarme a entrar…
¡Y entré! (claro que de mosca como siempre)
Y me dijo el ángel cariñoso:

-Pero León Felipe, ¿cómo te atreves con esta noche?

-Vine a confortarme.
Ahí abajo hace mucho frío.

-Pero aquí no tenemos estufa
y el sol no sale hasta mañana.
Nosotros somos invulnerables al frío y al calor…
Pero tú…
¡Y con esos harapos!
No sé cómo puedes tocar el violín

 

-Pues mira, ahora lo toco mejor que nunca.
Me voy a morir dentro de unos días…,
y un poeta moribundo
es cuando toca mejor el violín.
Me voy a morir y tengo mucha prisa.
Tengo mucha prisa
y quiero tocar algo nuevo antes
de marcharme definitivamente de la tierra.

-¿Nuevo?... ¡mira que eso es muy difícil!

-Sí, nuevo;
es un truco de circo que se me ha ocurrido anoche:

Voy a tocar mi última canción…,
y la voy a tocar caminando
no por la cuerda floja como hacen algunos payasos y poetas…,
la voy a tocar caminando por el círculo fino de un aro de madera.

-¿De un aro como esos de los niños?

-Un poco más grande:
es un gran cero.
Dentro del cero está la Nada,
fuera estáis vosotros los ángeles.
Voy a tocar y a tocar
dando vueltas y vueltas
hasta que se me vayan acabando las fuerzas.
Se me verá tocando… tocando ya como un sonámbulo…
Como un moribundo
expirando, casi
expirando…
expirando…
hasta caer.
¡Ya!
¿Y hacia dónde caeré?
¿Hacia dentro,
en el cero…
dentro de la Nada?
¿O hacia fuera…,
donde estáis vosotros para recogerme?

-Estás delirando, León Felipe.
Pero… ¿por qué lloras?



Noche cerrada


Ya no puedo ir más allá.
Tropiezo de pronto en una piedra dura y negra
y no puedo ir más allá.
Tengo que recular…
y camino hacia atrás…
camino,
como un ciego camino…
y tropiezo de nuevo
en algo duro otra vez,
otra piedra negra que no me deja pasar.
Y el cielo se oscurece
y se hace duro también.
Entonces me amedrento
y grito.
No oigo nada,
y no puedo llorar.
¡Oh, niño perdido y solo!
El día no llega nunca,
nunca,
nunca,
nunca.
¿Por qué me dejáis abandonado,
ángeles amigos…?
¡No me abandonéis!
Haced algún ruido
¡moved las alas!
Un ruido de alas…
siquiera un ruido



Escuela

 

 ...Me sepultaron vivo
y me escapé de la tumba.

He vivido largos años
y he llegado a la vejez
con un saco inmenso,
lleno de recuerdos,
de aventuras,
de cicatrices,
de úlceras incurables, de dolores,
de lágrimas,
de cobardías y tragedias…
y ahora… de repente,
a los 80 años
me doy cuenta de que sé tocar muy bien el violín…
que soy un "Virtuoso",
que puedo tocar en los grandes conciertos del mundo.
(El hombre y el poeta
son un mismo y único instrumento.)
Me gusta haber dado con mi almendra
antes de morirme.
Me gusta haber llegado a la vejez
siendo un gran violinista…
un Virtuoso.
Pero… con esta definición
que oí cierta vez en un lugar… no sé cual:
"Sólo el Virtuoso puede ver un día la cara de Dios".



El salto

 

Somos como un caballo sin memoria,  
somos como un caballo 
que no se acuerda ya 
de la última valla que ha saltado.  

Venimos corriendo y corriendo 
por una larga pista de siglos  
y de obstáculos.                    
De vez en vez, la muerte... 
 ¡el salto! 
Y nadie sabe cuántas  
veces hemos saltado 
para llegar aquí,      
ni cuántas saltaremos todavía 
para llegar a Dios que está 
sentado 
al final de la carrera... 
esperándonos. 

Lloramos y corremos,  
caemos y giramos, 
vamos de tumbo en tumba 
dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios.  



Con el violín roto

¡Qué mal suena este violín!

León Felipe, vas a tener que comprarte otro violín

-A buena hora... ¡A los ochenta años!

¡No vale la pena!

Con este mismo violín roto

voy a tocar para mí mismo

dentro de unos días "Las golondrinas",

esa canción ¡tan bonita!

que los mexicanos cantan siempre

a los que se van de viaje.

¿Cómo empieza?

¡Adiós!... ¡Adiós!...

Cagh, Cagh ... ¡qué ronco estoy!

En verdad que suena muy mal este violín...

Pero con él tengo que tocar todavía

unas cuantas canciones

que se me olvidaron en mis Obras completas.

No quiero que se queden perdidas

en el barullo de mis papeles inútiles.

Creo que no os van a gustar

pero no tengo otra cosa...

ni otro violín...

Y no puedo marcharme sin tocarlas

precisamente en este mismo viejo y roto violín.




P
ues ¿no dice este viejo poeta loco
que él es un gran violinista?


Otras veces digo
que toco peor que el jorobado bizco de los mariachis…
Según me encuentre.
A veces me mueve Dios el codo
y los nudillos de la mano izquierda
y salen todos los ángeles a oírme;
se arma un terrible barullo allá en el cielo
y se oye una voz que dice:

Venid, venid todos,
que está tocando allá abajo
el viejo loco del roto violín.

Entonces yo digo esas blasfemias
que tanto les asustan a los sacristanes
y mercaderes de la Lagunilla
y escucho cómo me aplaude entusiasmada
toda la Corte Celestial… ¡Bravo, bravo!

Yo hago una cumplida reverencia
con el violín bajo el sobaco…
Y digo: Gracias, muchas gracias.
Entonces es cuando Dios se rasca las barbas
y se ríe complacido
de este niño travieso
que ha cumplido ya 80 años
(81 para ser más exacto).

 

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